martes, 9 de octubre de 2007

Charla con el monje


Uno aprecia más ir a hablar con un monje budista por cómo se va a sentir cuando lo cuente, que por el contenido de la conversación. Vamos a los sitios esencialmente por la belleza que intuimos que puede haber en ellos, pero nos encanta sentir que nos hemos integrado en su cultura. Por más que ya no soportemos la salsa que acompaña al pollo y lo pidamos sin nada, y terminemos por llamar pollo de aquel país al mismo que el que nos hacía nuestra madre cuando estábamos con vómitos. Pues allí estamos, en uno de los millones de templos budistas que hay en Tailandia, con la guía de viajes bien escondida para que no parezca que hemos parado allí porque lo recomienda un libro, sino porque anoche, de charla con un tailandés, nos lo recomendó. A la salida del templo (templos que se parecen entre sí lo mismo que las iglesias de cualquier ciudad española entre ellas)hay un par de hombres con vestimentas naranjas y pelo rapado que te miran con paz en la mirada. Y cómo has leído que hablan con los turistas, por más que no te sientes como un turista, te acercas a uno. Antes de abrir la boca te ha invitado con gestos pacíficos a que te sientes. Lo haces y él te pregunta tu nombre en inglés. Se lo dices. Te pregunta tu procedencia en inglés. Se lo dices, afilándola. No sólo España, sino la ciudad. I´m from Úbeda. Y él calla. Te mira con paz. Asiente. Calla. Asiente. E intenta repetir la ciudad de la que tú has dicho que venías. Lo hace mal. Le corriges. Lo vuelve a hacer mal. Le corriges. Lo vuelve a hacer mal. Y ya no le corriges. Sonríes. Te mira con paz. Asiente. Asientes. Silencio.
Preguntarle de dónde es él es absurdo. Y caes en que no sabes su nombre. Te lo dice. Lo repites. Te corrige. Sonríes. Asiente. Asientes. Más silencio. Él estará acostumbrado, pero tú no puedes más, y en inglés te lanzas y le preguntas que cómo es el rollo de ser monje, que si necesitan muchos años, o es en plan meterte en el ejército, que si lo de raparse es desde el principio, si pagan alquiler, si ofician misas o si el naranja es por algo. Lo haces en el mejor inglés que tienes, despacio, separando las frases, hasta pronuncias como si no estuviera otro español delante. Eres el amo de las entrevistas. Aguardas su respuesta. Sonríe. Te contesta con una sonrisa, como si le hubieras contado algo interesante. Asiente. Sonríe, y sin dar más que un minuto de silencio saca un mapa de Tailandia y te cuenta las provincias tailandesas a la velocidad de un dictado de primaria. Contarlas significa nominarlas y situarlas en un mapa astracanoso de tanto abrirlo y cerrarlo a cada pardillo que le pregunta algo que no sea su nombre. Te quieres ir de allí. Pero Tailandia es grande. Muy grande. Llena de provincias con nombres.
...
Cuando termina. Sonríe y asiente. Le dices (ya en español, total, qué más da)que te largas de allí. Entre silencios y geografía tailandesa llevas más de media hora de playa perdida. Pero él guarda un golpe final. Levanta la mano, con mucha paz, y te indica que te calmes. Se levanta en un movimiento combinado entre el Tai-Chi y la artrosis y recoge unos hilos que hay por ahí. Te los coloca las muñecas mientras invoca algo a alguien o alguien a algo. Invoca en definitiva. Otros diez minutos. Sonríe. Asiente. Te vas. Piensas en cómo contar todo esto. Te quitas los hilos.

2 comentarios:

  1. Ahora nos reimos, pero en el momento no sabíamos cómo escapar de allí. Lo mejor es que yo quería hablar con monjes y en la guía nombraban un templo en el que siempre estaban dispuestos, y yo estuve a punto de ir sola expresamente para hablar con ellos! Después de las provincias seguro que venían las tablas de multiplicar...

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